dilluns, 29 de novembre del 2010

El intruso destructor/La intrusa destructora

Yo tenia una vida perfecta, un marido precioso, amable, generoso, perfecto y sin ninguna duda trabajador. Tenia también un hijo y una hija que ya iban a la escuela primaria. Todas las tardes nos íbamos al parque a pasear, a jugar y a perseguir a las colomas.
Mi marido, trabajaba en la arquitectura, muchos de los grandes y nuevos edificios eran echos por él. Yo era una veterinaria ocupada, pero nunca me llevaba la faena en casa. Por la noche después de que hicieran los deberes jugabamos a algún juego de mesa. Eramos la família perfecta con la vida perfecta, teniamos lo que queriamos y no más de lo que necesitabamos. Pero cuando hay un principio, seguro que hay un final. Así pues un día cuando fuí a ver a mi marido en su oficina, entre sin que nadie le avisará para darle una sorpresa en nuestro décimo cumpleaños de casados, pero cuando entre en su despacho, ví lo que ninguna mujer quiere ver oír ni sentir. La secretaria y mi marido encima del sofá...
Me fuí corriendo con lágrimas bajando por mis mejillas, mi marido me siguió y consiguió entrar en el mismo ascensor que yo. En ese momento empecé a gritarle ya que no había nadie más. Me quiso calmar para contarmelo todo, pero solo faltaban unos segundos para que se volvieran a abrir las puertas, así que pulso el botón de pausa. estuvimos allí mirandonos sin decirnos nada durante 10 minutos hasta que le recorde que era nuestro cumpleaños.
Al cabo de un rato empezó a decirme que era una nueva secretaria que habí empezado el lunes pasado y que cuando fue a traerle el café se le tiró encima, qe él no había ehco nada. Me pidió que escuchara la versión de ella y así fue, ella se echo encima de mi vida y la destruyó en tan solo unos segundos, como un perro a un hueso.
Aún ahora, habiendole dejado una segunda pero última oportunidad le guardo rincor, y no hemos vuelto a pasear por el parque ni jugado después de ayudar a nuestros hijos ha hacer los deberes.
Cómo muy bien dijo François de La Rochefoucauld, los fallos y defectos de la mente son como las heridas en el cuerpo, aunque se emplean todos los cuidados imaginables para curarlas siempre quedará una cicatriz.

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