dissabte, 14 d’abril del 2012

correspondencias

Querida Angélica,

a la luz de mi vela y de la preciosa luna recuerdo con nostalgia nuestro pasado encuentro. Los soldados me vigílan, pero espero poder asistir a nuestra cita de mañana. Tal vez llegue con retraso, quiero que me esperes una hora, pero si después no he llegado huye, coge tu caballo y no vuelvas, vete con el barco del día siguiente. No quiero que mires atrás, no quiero que tengas miedo, solo que me recuerdes, que nunca olvides a este hidalgo sin dinero ni título. Te pido perdón. Mi palabra no significa mucho, la de un soldado te valdría más, pero espero que aceptes la mía que te la doy con el corazón, con lo único que no se me a arrebatado, el amor de un hombre, según la realeza, es menor que su coraza. Pero es lo único que me queda y lo que te quiero dar a ti, mi hermosa Angélica. El reflejo del atardecer en el mar es solo la luz que tu rubio pelo amana, y tus preciosos ojos me recuerdan las perlas que encontraba en las ostras de los arrecife de la villa en que me crié. Eres el anhelo que todo hombre aspira.

Espero inquieto nuestro huida, y deseo con todo mi fervor que los guardias acepten mi pequeño y maléfico obsequio. Quiero poder poseerte ésa noche, llegar a dónde nadie a ha llegado, hacerte mía y no dejarte ir jamás. Tu y yo juntos para toda la eternidad...



Con cariño, tu

Leonardo Heltish

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