divendres, 27 d’abril del 2012

La búsqueda del tesoro


Me levante sudorosa y ardiendo de mi cama. Caí y me levante de un solo movimiento. La noche anterior me quedé leyendo demasiado tiempo. Me dirijo a la parte más despejada de la habitación para ponerme en el suelo y empezar mi entrenamiento matinal. Cinco series de veinte flexiones, cinco series más de veinticinco abdominales y luego me pongo mi pantalón para correr y mi camiseta de tiras, me coloco los auriculares alrededor del cuello, cojo mis llaves y salgo a la calle para correr mi habitual ruta. Mis diez kilómetros habituales ya no me suponen un esfuerzo. Vuelvo a casa y me ducho con rapidez, desayuno un zumo de naranja y una tostada con queso fresco. Me monto en mi bicicleta y salgo camino al trabajo con mi pequeña mochila. Llego, como siempre, cinco minutos antes. Antes de irme al despacho hago una pequeña parada al baño, lleno mi botella de agua con el dispensador que hay a la salida y entro en mi despacho. Mi equipo está listo, como siempre. Trabajamos hasta la hora de comer y luego uno de nosotros se va en busca de nuestra comida. Hoy toca ensalada de nueces y salchichas, de postre tenemos la opción de escoger una pera o una poma. Mientras vamos comiendo comentamos nuestro caso, por la tarde continuamos con el mismo, este caso puede durar varios días. Un niño enfermo, con el que no tenemos un diagnóstico seguro. Puede ser un veneno, un virus, un tumor o cáncer,... no tenemos una solución, pero de momento no está en riesgo. Llego a casa hacia las nueve, exhausta me como un yogur y me meto en la cama a leer. Son las once cuando mis parpados decaen y no tengo más opción que cerrar el libro, la luz y descansar, mañana será otro duro día, mi paciente ha empeorado en cuestión de horas, y puede que dentro de unos días no tendré paciente. Me desvelo a las tres de la noche, no puedo dormir sabiendo lo que ocurre. Un niño de solo ocho años depende de mí. Repaso mis libros de enfermedades durante dos horas. Ninguno de los síntomas que leo concuerdan con los de mi chico. Me visto y camino hasta el hospital, hoy no puedo dejar perder el tiempo con mi rutina. Mientras paseo veo como un gato huye al caer una hoja y luego un perro juega con ella. Un chispazo me hace saltar. ¡Ya lo sé! Cuándo llegó tenía una enfermedad, que era el gato, luego le inyectamos una cura, la hoja, que hizo que desapareciera la enfermedad inicial, pero la hoja captó la atención del perro, y por tanto la inyección trago consigo una enfermedad distinta. Lo más probable es que sea alérgico a algún componente del antídoto, que no se sabía. Hacía tiempo que buscaba un cambio en mi vida, un cambio en la rutina, algo que me hiciera salir del bucle, necesitaba un tesoro que encontrar para poder seguir mi camino sin mirar atrás.

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