Me
levante sudorosa y ardiendo de mi cama. Caí y me levante de un solo
movimiento. La noche anterior me quedé leyendo demasiado tiempo. Me
dirijo a la parte más despejada de la habitación para ponerme en el
suelo y empezar mi entrenamiento matinal. Cinco series de veinte
flexiones, cinco series más de veinticinco abdominales y luego me
pongo mi pantalón para correr y mi camiseta de tiras, me coloco los
auriculares alrededor del cuello, cojo mis llaves y salgo a la calle
para correr mi habitual ruta. Mis diez kilómetros habituales ya no
me suponen un esfuerzo. Vuelvo a casa y me ducho con rapidez,
desayuno un zumo de naranja y una tostada con queso fresco. Me monto
en mi bicicleta y salgo camino al trabajo con mi pequeña mochila.
Llego, como siempre, cinco minutos antes. Antes de irme al despacho
hago una pequeña parada al baño, lleno mi botella de agua con el
dispensador que hay a la salida y entro en mi despacho. Mi equipo
está listo, como siempre. Trabajamos hasta la hora de comer y luego
uno de nosotros se va en busca de nuestra comida. Hoy toca ensalada
de nueces y salchichas, de postre tenemos la opción de escoger una
pera o una poma. Mientras vamos comiendo comentamos nuestro caso, por
la tarde continuamos con el mismo, este caso puede durar varios días.
Un niño enfermo, con el que no tenemos un diagnóstico seguro. Puede
ser un veneno, un virus, un tumor o cáncer,... no tenemos una
solución, pero de momento no está en riesgo. Llego a casa hacia las
nueve, exhausta me como un yogur y me meto en la cama a leer. Son las
once cuando mis parpados decaen y no tengo más opción que cerrar el
libro, la luz y descansar, mañana será otro duro día, mi paciente
ha empeorado en cuestión de horas, y puede que dentro de unos días
no tendré paciente. Me desvelo a las tres de la noche, no puedo
dormir sabiendo lo que ocurre. Un niño de solo ocho años depende de
mí. Repaso mis libros de enfermedades durante dos horas. Ninguno de
los síntomas que leo concuerdan con los de mi chico. Me visto y
camino hasta el hospital, hoy no puedo dejar perder el tiempo con mi
rutina. Mientras paseo veo como un gato huye al caer una hoja y luego
un perro juega con ella. Un chispazo me hace saltar. ¡Ya lo sé!
Cuándo llegó tenía una enfermedad, que era el gato, luego le
inyectamos una cura, la hoja, que hizo que desapareciera la
enfermedad inicial, pero la hoja captó la atención del perro, y por
tanto la inyección trago consigo una enfermedad distinta. Lo más
probable es que sea alérgico a algún componente del antídoto, que
no se sabía. Hacía tiempo que buscaba un cambio en mi vida, un
cambio en la rutina, algo que me hiciera salir del bucle, necesitaba
un tesoro que encontrar para poder seguir mi camino sin mirar atrás.
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